Wednesday, August 04, 2010

Ojos mozárabes





¿Sábes? me encontré una nena con ojos mozárabes. Ella es de una belleza soberbia, no sé aún como me atreví a abordarla: la belleza me espanta. Y la de ella, una belleza que se sabe bella, era muy probable que me diera con el látigo de su desdén. Le conté de las estrellas, de las corolas de las flores, de la música del mar, del recorrido aleatorio que las infatigables hormigas hacen en la noches. Entonces le pedí un beso en la mejilla, el cual aceptó un poco sorprendida, más tarde le pedí un beso en su boca, pero mi petición fue rechazada. No me desanimé, proseguí con mi plática del vuelo de las aves que atraviesan el planeta en el viaje que constituye la totalidad de su vida, de los delfines que juegan mientras nadan, de los sapos que cantan en las noches de lluvia en la selva lacandona. Y entonces me ofreció tequila de su boca, que fue como probar la bebida de los dioses en el recipiente más sagrado.
No supe que hacer, un revoloteo de mariposas invadió mi vientre, y para tratar de reponerme de esta sensación; le platiqué sobre unicornios, sobre cíclopes, sobre hipogrifos, le dije que estos seres eran igual de fantásticos que los que alguna vez existieron en la Tierra, como los alosaurus, los diplodocus o los pterofactylus y aun igual de fantásticos como los que existen hoy en dia como los murciérlagos, las luciérnagas, los colibries, y cuando mencioné los quetzales sentí la suave textura de sus labios, me pidió que no me moviera que me dejara besar, sentí la paradisiaca humedad de su boca, y desde entonces ando como sombi por las calles, como embrujado y dando tumbos, esperando volver a sentir sus labios, su aliento. Y ya no hay manera de acomodar el dia, no puedo aguantar más sin sus besos, y le suplico a la luna su regreso, maullo con los gatos mi delirio, asciendo con paso de penitencia los inclinados callejones de mi ciudad pagando mi pecado: la osadía de haber probado el paraíso.

-jm

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