Extraño tu mirada, esos ojos que se ocultaban cuando los míos querían escudriñar tu alma. Tu sonrisa, la forma en que te reías de mis ocurrencias, esa manera que tenías de provocarme para que dijera los disparates más inverosímiles, esos que tu festejabas como si se trataran de verdades absolutas. Extraño tu olor, el aroma en el que me quería perder y hacía de mi estómago un revoloteo sin fin de mariposas. Extraño tu elegancia, la expresión de serenidad que tomaba tu rostro mientras fumabas tus cigarrillos, dejándo ir un pensamiento en cada bocanada, una reflexión que convertida en humo se contorsionaba en el aire para develarte todos los secretos, para darte una paz momentánea. Extraño el sabor a tabaco de tu boca, ese enorme regalo lleno de promesas, en que se convertía la deliciosa caricia de tus labios.
-jm
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