Oye qué bien bailas -le dije-
Gracias -contestó-
Pero tu yo ya habíamos bailado antes, ¿no te acuerdas?. -agregó-
No supe que decir, era evidente mi falta.
Entonces tuve que explayarme en pasos dobles, dar giros varias vueltas, recorrer la pista sin que sus pies sintieran el suelo, para que ella olvidara ese descuido mío. Al final, me sonrió contenta por haber atravesado el mar del ritmo con brazadas acompasadas, caminando al unísono entre la rica furia de las melodías. Y para mostrarme que me había perdonado me enseñó Bachata, a bailarla de verdad, con entrega, como un solo cuerpo que se estremece y se le eriza la piel ante tanta cadencia!...
-jm
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